Ocho de cada diez trabajadoras en el medio rural lo hacen en calidad de cónyuges o hijas, mientras que en el 71% de los casos el titular de las explotaciones es un hombre.
Junta de Anldaucía
Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la economía
del medio rural y, sin embargo, su labor no está justamente reconocida. Miles
de ellas trabajan en el campo 'ayudando' en una explotación que está a nombre
de su marido. Las cargas domésticas y familiares y la excesiva masculinización
del medio agrario no hacen sino contribuir a una invisibilidad que sólo se
combate con una educación en igualdad y una formación que fomente el carácter
emprendedor de la mujer rural. El Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) considera
que la ley, por fin, ayudará a que esto cambie.
De acuerdo con las conclusiones del libro 'Trabajo,
bienestar y desarrollo de las mujeres en el ámbito rural andaluz', elaborado
por la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social a través del Instituto
Andaluz de la Mujer (IAM), los patrones de las mujeres urbanas son similares a
los de las mujeres rurales, "aunque las segundas tienen algunas
particularidades: mayor invisibilidad de su trabajo, un mercado laboral estrecho
y precario y dificultades de emprendimiento".
Este estudio, realizado por Lina Gálvez, vicerrectora de la
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, revela que esta invisibilidad se debe
a "la desigual distribución de las cargas de trabajo, recayendo en las
mujeres el no remunerado, así como la precariedad y temporalidad de los empleos
y, finalmente, las tareas domésticas". Se calcula que en Andalucía hay
unas 800.000 mujeres que viven en los 294 municipios de menos de 10.000
habitantes, o que trabajan en el campo y desarrollan su actividad en pueblos,
sobre todo en explotaciones agrarias o en la agricultura. Representan el 10% de
la población total de la comunidad y constituyen el 26,9% de las mujeres
andaluzas.
El estudio del Instituto Andaluz de la Mujer pone de
manifiesto la dura realidad laboral de las mujeres rurales. Un 22,8% se dedica
al trabajo doméstico, el 19,5% es eventual y el 19,2% se define como parada.
Sólo un 12,5% es trabajadora fija y un 7,2%, empresaria. Un 11,6% dice no haber
ejercido nunca un trabajo en el mercado laboral y el 28,4% de las que
desarrolla alguna actividad no cotiza en la Seguridad Social. Y es que, además
del trabajo doméstico (que no está considerado como trabajo), las mujeres
rurales suelen ayudar a su pareja en tareas remuneradas, sin figurar en
plantilla ni en nómina y, si lo hacen, ocupan principalmente los niveles más
bajos de las categorías ocupacionales.
En concreto, el 82% de las mujeres rurales trabajan en el
campo en calidad de cónyuges o hijas, pero el 71,2% de los titulares de la
explotación son hombres. Así, la labor de las mujeres se considera como una
'ayuda familiar', de forma que no consolidan ningún derecho. Una realidad que
comienza a cambiar: muchas de las mujeres que realizan un trabajo de manera informal
ya se están viendo beneficiadas por la Ley estatal de Titularidad Compartida de
las Explotaciones Agrarias, una norma que fue aprobada el pasado mes de
septiembre y entró en vigor este año, y que promueve el pleno reconocimiento
del trabajo y las responsabilidades de cónyuges y parejas de hecho de la
persona titular de la explotación (normalmente, el hombre).
Es decir, permite a las mujeres ser copartícipes no sólo del
trabajo, donde ya lo eran de manera real, sino de la gestión para las
administraciones, equiparándolas legalmente a los hombres. "Las mujeres
del medio rural necesitan reconocimiento social y laboral para poder salir de
la oscuridad en la que han vivido y en la que siguen viviendo, y ganar así en
derechos derivados del trabajo que se realiza a diario", afirman desde el
colectivo femenino Amfar.
Titularidad compartida
Precisamente, uno de los logros más importantes de esta ley
es que permitirá a las mujeres de hasta 50 años acceder a esta titularidad
compartida y así obtener las prestaciones sociales y que se tengan en cuenta
las cotizaciones realizadas para obtener una pensión contributiva de cara a la
jubilación.
Esta norma ha sido una reivindicación histórica de las
organizaciones de mujeres rurales, que siguen demandando que las cotitulares
puedan serlo cotizando a la Seguridad Social, no solo por cuenta propia sino
también por cuenta ajena, pudiendo trabajar en su propia explotación, como
hacen en la actualidad, pero ganando en reconocimiento y en derechos. Así, las
agricultoras podrán acceder a la jubilación, como cualquier persona
trabajadora, a los derechos y beneficios generados en las tierras trabajadas, a
la cobertura laboral en caso de accidentes o enfermedades y a la formación
especializada.
En el momento en que la mujer sea cotitular de su
explotación, tendrá derecho además al reparto al 50% de los rendimientos que
genere, a la mitad de las ayudas directas o al desarrollo rural asociadas, y
ambos titulares tendrán "un derecho preferente en las actividades de
formación y asesoramiento en materia de agricultura", según la norma. Se
trata de un instrumento voluntario para mujeres de entre 18 y 64 años que
también les permitirá tener un reconocimiento genérico a la compensación
económica en casos de transmisión, nulidad o disolución de la pareja.
Iniciativa emprendedora
A las mujeres también les corresponde el papel de potenciar la
economía rural, a través de múltiples vías. Una de esas opciones es la
que lidera el Banco Mundial de la Mujer, dirigido por Inger Berggren,
que se encarga de gestionar microcréditos sin aval y de conceder
préstamos a mujeres emprendedoras. O el programa Mundo rural en
femenino, una iniciativa del Instituto Andaluz de la Juventud de la
Junta de Andalucía financiada a través del Fondo Europeo Agrícola de
Desarrollo Rural (Feader). Dirigido a mujeres de entre 18 y 35 años,
este proyecto persigue la formación en la autoestima, el género y el
emprendimiento. El Instituto Andaluz de la Mujer también ofrece el
programa Unidades de Empleo de Mujeres, que concede ayudas a entidades
públicas locales para el fomento de la incorporación de la mujer al
mercado de trabajo. O el programa Servaem, que subvenciona a mujeres
empresarias.
En este sentido, el autoempleo, a través de empresas o cooperativas
lideradas por mujeres, se ha convertido en una de las salidas más
habituales y efectivas para el desarrollo profesional de la mujer rural.
El número de empresarias en el sector agrario en Andalucía ha crecido
los últimos años y, a pesar de la evidente masculinización del sector,
hay muchas mujeres que consolidan iniciativas empresariales en el ámbito
rural.
Como Ana María, Elisabet, Carmen y Ana, socias de una cooperativa de
ayuda a domicilio en Aznalcázar (Sevilla), mujeres que supieron unir las
oportunidades empresariales abiertas por la Ley de Dependencia a las
necesidades de su pueblo en el cuidado de los mayores. Otro ejemplo son
Eva, Antonia y Elena, de Paterna del Campo (Huelva), que en 2004 se
hicieron cargo de la empresa de su padre y ahora tienen una posición
destacada en el sector forestal andaluz.
María Dolores León, gerente de una empresa ubicada en Villarrubia
(Córdoba) en 2007 fue premiada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación por su labor en pro de la mujer y la conciliación
familiar. O Manuela y sus cuatro socias, que desde Pegalajar (Jaén), se
decidieron a dar usos alternativos al aceite de oliva y crearon una
empresa que fabrica y distribuye productos naturales y artesanales como
jabones, cremas, champús o sales de baño. A base de ilusión y mucho
esfuerzo, todas ellas han encontrado en la diversificación profesional
nuevos yacimientos de empleo. El turismo rural, la promoción
agroalimentaria o la artesanía se han constituido como posibilidades
reales para la nueva mujer rural, mejor preparada y cualificada, de
incorporarse al mercado de trabajo.
El acceso a las nuevas tecnologías también se ha convertido en una
fórmula de desarrollo para muchas de estas mujeres. Hace una década el
pequeño pueblo de Puerta de Segura (Jaén) acogía el primer centro de un
programa experimental denominado Guadalinfo. Su objetivo era rescatar de
la marginación digital al mundo rural, alfabetizarlo en las nuevas
herramientas tecnológicas. Hoy, diez años después, la red Guadalinfo, en
la que participan las ocho diputaciones andaluzas y la Consejería de
Economía Innovación y Ciencia, ha alcanzado su plena madurez, con
centros en todos los pueblos de menos de 20.000 habitantes de Andalucía
(757), convirtiéndose en un auténtico semillero de empresas locales y
dando una oportunidad a los emprendedores del mundo rural de no tener
que huir de sus localidades para poder desarrollar sus capacidades de
negocio.
Mucho por andar
Según el estudio 'Diagnóstico de la igualdad de género en el mundo
rural', elaborado por el antiguo Ministerio de Medio Ambiente y Medio
Rural y Marino, una cuarta parte de los habitantes del mundo rural cree
que los hombres y las mujeres no pueden desempeñar las mismas funciones
ni responder ante las mismas responsabilidades. Un tercio considera que
la mujer debe sacrificar su faceta productiva a favor de la
reproductiva. Esto se traduce en que el índice de mujeres inactivas en
el entorno rural es del 38,4% frente al 15,1% de los hombres, y la
inserción de las mujeres rurales en trabajos remunerados es del 49%
frente al 72% masculino. Y hay más consecuencias: las mujeres dedican el
triple de tiempo que los varones a las labores domésticas.
La ONU ha designado el 15 de octubre como el Día Mundial de la Mujer
Rural para destacar la escasamente reconocida contribución que realizan a
la seguridad alimenticia y al desarrollo de las áreas rurales en todo
el mundo. Ellas son agentes fundamentales del cambio y la modernización
de las zonas rurales y su papel es clave para elevar el nivel y la
calidad de vida en estas zonas. Posiblemente, sin ellas, el medio rural
estaría ya agotado. De ahí la enorme importancia de apostar por la
formación, poner en valor el esfuerzo que realizan y de superar el reto
de cambiar la cultura en el medio rural y de alcanzar la igualdad de
oportunidades en el tajo.