La primera actividad cultural que acoge el castillo es la muestra 'Memoria de las salinas del Parque Natural Bahía de Cádiz'.
El castillo de Sancti Petri, una emblemática
fortificación que acumula sobre sus piedras más de tres mil años de
antigüedad, ha reabierto sus puertas de la mano de una exposición
que homenajea la tradición salinera de la Bahía de Cádiz.
Tras
obtener de nuevo la autorización de uso por parte de la Consejería de
Medio Ambiente, el castillo, ubicado entre las costas de Chiclana de la
Frontera y San Fernando, volverá a recibir visitas.
La primera
actividad cultural que acoge el castillo es la muestra 'Memoria de las
salinas del Parque Natural Bahía de Cádiz', inaugurada por la
delegada provincial de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en Cádiz,
Silvia López, que pretende rendir homenaje al paisaje, a la cultura y
sobre todo a la gente de la sal.
López ha recordado que a
finales del siglo XIX había 147 salinas en la Bahía de Cádiz que se
mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX.
Para la delegada
se trata de un día muy especial para el castillo, que reabre sus puertas
de la mano de las mismas empresas que ya abrieron el fuerte al público
durante la segunda mitad de 2011, y que solicitaron y obtuvieron la
autorización para dotarlo de contenido, al tiempo que se encargan del
traslado de los visitantes por el caño, desde San Fernando y Chiclana, y
de la vigilancia del recinto y del islote.
Silvia López ha
destacado que el enorme atractivo turístico del enclave ya "quedó
demostrado el pasado año", cuando se registró una considerable afluencia
de visitantes, y ha indicado que en Sancti Petri se une "la historia,
su consideración como Bien de Interés Cultural, el valor de pertenecer
al Parque Natural Bahía de Cádiz y el tratarse de un lugar legendario",
lo que lo convierten "en un lugar único".
Fundado a comienzos
del siglo XII antes de Cristo, el espacio fue un templo dedicado al dios
Heracles. Por su larga historia han pasado desde los fenicios a los
almorávides, los almohades o los piratas, y desde su uso de santuario,
pasó a ser embarcadero y lugar de almacén y transformación del atún
pescado por las almadrabas, puesto de vigía y castillo artillero.
Durante la invasión francesa, entre 1810 y 1812, el castillo fue
duramente bombardeado, al igual que en 1823 durante el segundo bloqueo
francés.
El enclave estaba muy deteriorado y por este motivo
fue sometido a unas obras de rehabilitación entre 2010 y 2011 durante 10
meses en las participaron especialistas en ingeniería, historia,
arquitectura, petrología y medio ambiente, parece haber acabado con las
disputas entre Chiclana de la Frontera y San Fernando sobre de cuál de
estos ayuntamientos dependía.