La Ley de la Calidad Agroalimentaria y Pesquera supone un primer paso para la elaboración de una reglamentación que fomente la puesta en marcha de agroindustrias artesanas.
El Parlamento andaluz ha aprobado la Ley de la Calidad
Agroalimentaria y Pesquera, por 100 votos a favor y cinco en contra,
tras la incorporación de 36 enmiendas de los distintos grupos (26 del
PSOE, 7 del PP y 3 de IU) y después de cinco meses de un proceso de
debate que, según la consejera de Agricultura y Pesca, Clara Aguilera,
se ha caracterizado por el consenso y el diálogo constructivo. Esta
nueva Ley establece un marco normativo completo en el ámbito de la
calidad alimentaria, adaptado al comunitario, para reforzar el valor y
la calidad diferenciada de los productos andaluces, mejorar el
funcionamiento de la cadena comercial y elevar la competitividad de la
industria agroalimentaria para incrementar sus beneficios y, por
extensión, mejorar las rentas de los productores.
Asimismo, la Ley de la Calidad Agroalimentaria y Pesquera supone un
primer paso para la elaboración de una reglamentación que fomente la
puesta en marcha de agroindustrias artesanas, dotándola de las
herramientas necesarias para el reconocimiento de sus productos y para
la comercialización directa en mercados locales y comarcales. De esta
forma, la nueva Ley se perfila como motor de desarrollo económico y
riqueza de muchas zonas en las que la actividad agraria o pesquera es
su principal fuente de ingresos.
Otro de los objetivos fundamentales de esta Ley es mejorar las
garantías de los consumidores, asegurando la trazabilidad de los
alimentos desde su origen, a través de una información veraz y
transparente en el etiquetado de los productos que también contribuya a
identificar aquellos con características diferenciales, en respuesta a
las actuales demandas del mercado sobre nutrición y compromiso con el
medio ambiente.
A grandes rasgos, esta Ley la conforman dos bloques principales de
disposiciones: las referidas a la calidad comercial y sus sistemas de
control y certificación, y aquellas otras que tienen como objetivo el
fomento de la calidad diferenciada.
El primer bloque, de aseguramiento de la calidad comercial, se
dirige a incrementar el valor en el mercado con un mayor beneficio para
la industria, una mayor renta para los productores y una garantía de
transparencia en la información que demandan los consumidores. Para
ello, la Ley fija sistemas de control que se encomiendan tanto a los
operadores -productores industriales, transformadores y
comercializadores- como a la Administración.
En el caso de los operadores –con excepción de aquellos considerados
primarios (agricultores, ganaderos y pescadores)- deben implantar un
Sistema de Gestión de la Calidad Comercial, con objeto de garantizar la
trazabilidad de los productos, la veracidad y exactitud de las
informaciones incluidas en el etiquetado y la publicidad, y disponer de
mecanismos de reclamaciones y retirada de productos.
Por su parte, los controles oficiales de la Administración se
centran sobre todo en la prevención y lucha contra el fraude, la
verificación de las características de los alimentos y el cumplimiento
de la normativa tanto de la calidad comercial como de la diferenciada.
El ámbito de las inspecciones abarca la producción, la transformación,
la distribución y los puntos de venta.
Calidad diferenciada
En el terreno de la calidad diferenciada, la Ley de la Calidad
Agroalimentaria y Pesquera adapta las distintas figuras de protección a
las recientes disposiciones comunitarias sobre esta materia. Se
distinguen así la Denominación de Origen Protegida (DOP), la Indicación
Geográfica Protegida (IGP), la Indicación Geográfica de Bebidas
Espirituosas (IGBE, antigua Denominación Específica), la Especialidad
Tradicional Garantizada (ETG), la Agricultura Ecológica y la Producción
Integrada. A ellas se suman las marcas de titularidad pública, como la
de ‘Calidad Certificada’ que gestiona la Consejería de Agricultura y
Pesca.
En cuanto a los organismos de gestión, las tres primeras figuras
estarán regidas por consejos reguladores que, como novedad, pasan a
configurarse como corporaciones de derecho público con personalidad
jurídica propia. Con ello se otorga mayor protagonismo a los
productores y elaboradores en la autorregulación del sector.
Cifras del sector agroalimentario andaluz
El sector agroalimentario constituye la principal actividad industrial
de Andalucía, con una facturación que ronda los 14.000 millones de
euros, 5.148 empresas y alrededor de 50.000 personas empleadas. Sus
ventas al extranjero, más de 6.000 millones de euros, suponen el
principal capítulo del comercio exterior de la comunidad autónoma, con
más de 3.500 millones de euros de saldo positivo en 2010, lo que
representa un 14% de crecimiento en la balanza agroalimentaria andaluza
con respecto al año anterior. Estrechamente ligada a la actividad
agropecuaria y pesquera, la industria agroalimentaria acapara el 22,2%
del empleo y el 23% del valor añadido del sector industrial en la
comunidad autónoma. Aceites, frutas, hortalizas, bebidas alcohólicas,
carnes y leches son sus principales productos en facturación.
Por su parte, el sector pesquero andaluz agrupa a más de 1.800
empresas y da empleo a más de 10.600 personas. Su producción anual se
cifra actualmente en torno a las 70.000 toneladas, con un valor cercano
a los 250 millones de euros. Dentro de este sector, una actividad en
alza es la acuicultura, con explotaciones de alto nivel tecnológico
centradas en la cría de doradas y lubinas y cuya producción supera ya
las 6.000 toneladas. Este aprovechamiento se está diversificando con
proyectos como el cultivo de mejillones, lisas, almejas, corvinas,
ostiones y otras especies.
Las producciones andaluzas de calidad de ambos sectores se reparten
entre 29 Denominaciones de Origen (principalmente de aceite de oliva y
vinos) y 30 Indicaciones Geográficas Protegidas. A ellas se suman 2.257
productos pertenecientes a 478 empresas que cuentan con el distintivo
‘Calidad Certificada’, así como los de la agricultura ecológica (más de
877.000 hectáreas de superficie en Andalucía, la primera comunidad
española en este sector) y las producciones integradas (algo más de
400.000 hectáreas).